sábado, 29 de noviembre de 2014






El Lazarillo de Tormes

A principios del siglo XVI toda Europa se encuentra en una etapa de florecimiento artístico y cultural, en una época conocida con el nombre de Renacimiento. Nuestro país, tras el descubrimiento de América y con la política europeísta de apertura de Carlos I, constituye el mayor imperio de Occidente.
Sin embargo, esto no quiere decir que toda la sociedad se viera beneficiada de esta situación. En las ciudades más importantes se concentran focos de pobreza, en las altas (y no tan altas) jerarquías eclesiásticas abundan los clérigos corruptos y la nobleza se aferraba como podía a sus antiguos privilegios.

En este ambiente de crisis social nace la novela picaresca, a la pertenece El Lazarillo de Tormes

Características de la novela picaresca

Al margen de la individualidad propia de cada obra, todas las novelas picarescas comparten una serie de características comunes que podrían resumirse en las siguientes. 1. El protagonista es el pícaro, categoría social, procedente de los bajos fondos que, a modo de antihéroe, es utilizado por la literatura como contrapunto al ideal caballeresco. 
2. Carácter autobiográfico. El protagonista narra sus propias aventuras, empezando por su genealogía, que resulta ser lo más antagónica a la estirpe del caballero.
3. Una doble temporalidad. El pícaro aparece en la novela desde una doble perspectiva: como autor y como actor. Como autor se sitúa en un tiempo presente que mira hacia su pasado y narra una acción, cuyo desenlace conoce de antemano.
4. Estructura abierta. El pluralismo de aventuras que se narran podrían continuarse; no hay nada que lo impida, porque las distintas aventuras no tienen entre sí más trabazón argumental que la que da el protagonista.
5. Carácter moralizante. Cada novela picaresca vendría a ser un gran "ejemplo" de conducta aberrante que, sistemáticamente, resulta castigada.
6. Carácter satírico. La sátira es un elemento constante en el relato picaresco. El protagonista deambulará por las distintas capas sociales, a cuyo servicio se pondrá como criado, lo que le permitirá conocer los acontecimientos más íntimos de sus dueños.

Algunas ideas sobre El Lazarillo de Tormes

La forma autobiográfica, rasgo común de todas las novelas picarescas, es la primera nota que caracteriza el relato de ficción del Lazarillo. Lázaro nos relata la historia de su vida: Lázaro nace en Salamanca, cerca del río Tormes, en el seno de una familia pobre, y desde niño se ve obligado a servir a varios amos (ciego, clérigo, noble, fraile, buldero, pregonero).

En este relato autobiográfico aparecen dos categorías temporales: un "ahora" que se explica a través de un "antes". Lázaro dirige su relato a una persona de rango superior ("Vuestra Merced"), en forma de carta, a quien cuenta su "caso": las dudosas relaciones entre la mujer de Lázaro y el Arcipreste de Sant Salvador, cuya casa ella frecuenta.

Los sucesos fundamentales de su vida expresan el proceso educativo del protagonista, como una evolución pedagógica de perversión. Lázaro, hombre de vil origen, educado en la astucia y en el engaño por el ciego, busca una honra que le proporcione un provecho que, al fin, consigue, como nos relata en el "Tratado VII".

En cuanto al estilo del Lazarillo, está escrito dentro del "estilo humilde", relacionado con la poética de los tres estilos (sublime, mediocre e ínfimo); el origen social de Lázaro exige al autor seguir las normas de la poética del estilo bajo.
Antología de textos y actividades


Pensé muchas veces irme de aquel mezquino amo, mas por dos cosas no lo dejaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, por temer de la flaqueza que de pura hambre me venia; y la otra, consideraba y decía:
"Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de hambre y, dejándole, topé con este otro, que me tiene ya con ella en la sepultura. Pues si de este desisto y doy en otro mas bajo, ¿qué sera sino fenecer?"
 (...)
Pues, estando en tal aflicción, (...) , viendome ir de mal en peor, un día que el  ruin y lacerado de mi amo había ido fuera del lugar, llegose acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo que fue ángel enviado a mi por la mano de Dios. Preguntome si tenia algo que arreglar.
(...)
"Tío, una llave de este arcaz he perdido, y temo mi señor me azote.
Por vuestra vida, veáis si en esas que traéis hay alguna que le haga, que yo os lo pagare."
Comenzó a probar el angelico calderero una y otra de un gran sartal que de ellas traía, y yo ayudalle con mis flacas oraciones.
Cuando no me cato, veo en figura de panes, como dicen, la cara de Dios dentro del arcaz; y, abierto, dijele:
"Yo no tengo dineros que os dar por la llave, mas tomad de ahí el pago".

El tomó un bodigo de aquellos, el que mejor le pareció, y dándome mi llave se fue muy contento, dejándome mas a mí. Mas no toqué  nada por el presente, porque no fuese la falta sentida, y aun, porque me vi de tanto bien señor, me pareció  que la hambre no se me osaba allegar. Vino el misero de mi amo, y quiso Dios no miro en el pan  que el ángel había llevado.

Y otro día, en saliendo de casa, abro mi paraíso panal, y tomo entre las manos y dientes un bodigo, y en dos credos lo hice invisible, no se me olvidando el arca abierta; y comienzo a barrer la casa con mucha alegría, pareciéndome con aquel remedio remediar  en adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel día y otro gozoso. Mas no estaba en mi dicha que me durase mucho aquel descanso, porque luego al tercer día me vino la terciana derecha, y fue que veo a deshora al que me mataba de hambre sobre nuestro arcaz volviendo y revolviendo, contando y tornando a contar los panes.

Yo disimulaba, y en mi secreta oración y devociones y plegarias decía: "¡Sant Juan y ciegale!"
Después que estuvo un gran rato echando la cuenta, por días y dedos contando, dijo:
"Si no tuviera a tan buen recaudo esta arca, yo dijera que me habían tomado della panes; pero de hoy mas, solo por cerrar la puerta a la sospecha, quiero tener buena cuenta con ellos: nueve quedan y un pedazo."
"¡Nuevas malas te dé Dios!", dije yo entre mí.
Pareciome con lo que dijo pasarme el corazón con saeta de montero, y comenzome el estomago a escarbar de hambre, viendose puesto en la dieta pasada. Fue fuera de casa; yo, por consolarme, abro el arca, y como vi el pan, comencelo de adorar, no osando recebillo.
Contelos, si a dicha el lacerado se errara, y halle su cuenta más verdadera que yo quisiera. Lo mas que yo pude hacer fue dar en ellos mil besos y, lo más delicado que yo pude, del partido partí un poco al pelo que él estaba; y con aquel pase aquel día, no tan alegre como el pasado.
Mas como la hambre creciese, mayormente que tenia el estomago hecho a mas pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte; tanto, que otra cosa no hacia en viendome solo sino abrir y cerrar el arca y contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen los niños. Mas el mesmo Dios, que socorre a los afligidos, viendome en tal estrecho, trujo a mi memoria un pequeño remedio; que, considerando entre mí, dije:
"Este arqueton es viejo y grande y roto por algunas partes, aunque pequeños agujeros. Puedese pensar que ratones, entrando en él, hacen daño a este pan. Sacarlo entero no es cosa conveniente, orque vera la falta el que en tanta me hace vivir. Esto bien se sufre."
Y comienzo a desmigajar el pan sobre unos no muy costosos manteles que allí estaban; y tomo uno y dejo otro, de manera que en cada cual de tres o cuatro desmigaje su poco; después, como quien toma gragea, lo comí, y algo me consolé. Mas él, como viniese a comer y abriese el arca, vio el mal pesar, y sin duda creyó ser ratones los que el daño habían hecho, porque estaba muy al propio contrahecho de como ellos lo suelen hacer. Miro todo el arcaz de un cabo a otro y viole ciertos agujeros por do sospechaba habían entrado. Llamome, diciendo:
"¡Lázaro! ¡Mira, mira que persecución ha venido aquesta noche por nuestro pan!"
Yo hiceme muy maravillado, preguntandole que seria.
"¡Que ha de ser! -dijo él-. Ratones, que no dejan cosa a vida."
Pusimonos a comer, y quiso Dios que aun en esto me fue bien, que me cupo mas pan que la lacería que me solía dar, porque rayó con un cuchillo todo lo que pensó ser ratonado, diciendo:
"Comete eso, que el ratón cosa limpia es."
Y así aquel día, añadiendo la ración del trabajo de mis manos, o de mis uñas, por mejor decir, acabamos de comer, aunque yo nunca empezaba. Y luego me vino otro sobresalto, que fue verle andar solicito, quitando clavos de las paredes y buscando tablillas, con las cuales clavo y cerro todos los agujeros de la vieja arca.
"¡Oh, Señor mío! -dije yo entonces-, ¡a cuanta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nacidos, y cuan poco duran los placeres de esta nuestra trabajosa vida! (...)
Así lamentaba yo, en tanto que mi solicito carpintero con muchos clavos y tablillas dio fin a sus obras, diciendo: "Ahora,  traidores ratones, os conviene mudar propósito, que en esta casa mala suerte tenéis."
De que salió de su casa, voy a ver la obra y hallé que no dejó en la triste y vieja arca agujero ni aún por donde le pudiese entrar un mosquito. Abro con mi desaprovechada llave, sin esperanza de sacar provecho, y vi los dos o tres panes comenzados, los que mi amo creyó ser ratonados, y de ellos todavía saqué alguna laceria, tocándolos muy ligeramente (...)
Pues estando una noche desvelado en este pensamiento, pensando cómo me podría valer y aprovecharme del arcaz, sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con roncar y en unos resoplidos grandes que daba cuando estaba durmiendo. Levanteme muy quedito y, habiendo en el día pensado lo que había de hacer y dejado un cuchillo viejo que por allí andaba en parte donde le hallase, voyme al triste arcaz, y por donde había mirado tener menos defensa le acometí con el cuchillo. (...)
Otro día fue por el señor mi amo visto el daño así del pan como del agujero que yo había hecho, y comenzó a dar a los diablos los ratones y decir: "¿Qué diremos a esto? ¡Nunca haber sentido ratones en esta casa sino ahora!" Y sin duda debía de decir verdad; porque si casa había de haber en el reino justamente de ellos privilegiada, aquella de razón había de ser, porque no suelen morar donde no hay que comer. Torna a buscar clavos por la casa y por las paredes y tablillas. Venida la noche y su reposo, luego era yo puesto en pie con mi aparejo, y cuantos él tapaba de día, destapaba yo de noche. (...)
(...)Como hallase el pan ratonado y el queso comido y no cayese el ratón que lo comía, dábase al diablo, preguntaba a los vecinos qué podría ser comer el queso y sacarlo de la ratonera, y no caer ni quedar dentro el ratón, y hallar caída la trampilla del gato.
Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este daño hacia, porque no fuera menos de haber caído alguna vez. Dijole un vecino:
"En vuestra casa yo me acuerdo que solía andar una culebra, y esta debe ser sin duda. Y lleva razón que, como es larga, tiene lugar de tomar el cebo; y aunque la coja la trampilla encima, como no entre toda dentro, tornase a salir."
Cuadro a todos lo que aquel dijo, y altero mucho a mi amo; y dende en adelante no dormía tan a sueno suelto, que cualquier gusano de la madera que de noche sonase, pensaba ser la culebra que le roía el arca. Luego era puesto en pie, y con un garrote que a la cabecera, desde que aquello le dijeron, ponía, daba en la pecadora del arca grandes garrotazos, pensando espantar la culebra. A los vecinos despertaba con el estruendo que hacia, y a mi no me dejaba dormir. Ibase a mis pajas y trastornabalas, y a mí con ellas, pensando que se iba para mí y se envolvía en mis pajas o en mi sayo, porque le decían que de noche acaecía a estos animales, buscando calor, irse a las cunas donde están criaturas y aun mordellas y hacerles peligrar. Yo las mas veces hacia del dormido, y en las manas deciame él:
"Esta noche, mozo, ¿no sentiste nada? Pues tras la culebra anduve, y aun pienso se ha de ir para ti a la cama, que son muy frías y buscan calor."
"Plega a Dios que no me muerda -decía yo-, que harto miedo le tengo."
De esta manera andaba tan elevado y levantado del sueno, que, mi fe, la culebra (o culebro, por mejor decir) no osaba roer de noche ni levantarse al arca; mas de día, mientras estaba en la iglesia o por el lugar, hacia mis saltos: los cuales danos viendo él y el poco remedio que les podía poner, andaba de noche, como digo, hecho trasgo.
Yo hube miedo que con aquellas diligencias no me topase con la llave que debajo de las pajas tenia, y pareciome lo mas seguro metella de noche en la boca. Porque ya, desde que viví con el ciego, la tenia tan hecha bolsa que me acaeció tener en ella doce o quince maravedís, todo en medias blancas, sin que me estorbasen el comer; porque de otra manera no era señor de una blanca que el maldito ciego no cayese con ella, no dejando costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues ansí, como digo, metía cada noche la llave en la boca, y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es diligencia. Quisieron mis hados, o por mejor decir mis pecados, que una noche que estaba durmiendo, la llave se me puso en la boca, que abierta debía tener, de tal manera y postura, que el aire y resoplo que yo durmiendo echaba salia por lo hueco de la llave, que de canuto era, y silbaba, según mi desastre quiso, muy recio, de tal manera que el sobresaltado de mi amo lo oyó y creyó sin duda ser el silbo de la culebra; y cierto lo debía parecer.
Levantose muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llego a mí con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra; y como cerca se vio, pensó que allí en las pajas do yo estaba echado, al calor mío se había venido. Levantando bien el palo, pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargo en la cabeza un tan gran golpe, que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejo.
Como sintió que me había dado, según yo debía hacer gran sentimiento con el fiero golpe, contaba el que se había llegado a mí y dandome grandes voces, llamandome, procuro recordarme. Mas como me tocase con las manos, tentó la mucha sangre que se me iba, y conoció el daño que me había hecho, y con mucha priesa fue a buscar lumbre. Y llegando con ella, hallome quejando, todavía con mi llave en la boca, que nunca la desampare, la mitad fuera, bien de aquella manera que debía estar al tiempo que silbaba con ella.
Espantado el matador de culebras que podría ser aquella llave, mirola, sacandomela del todo de la boca, y vio lo que era, porque en las guardas nada de la suya diferenciaba. Fue luego a proballa, y con ella probo el maleficio. Debió de decir el cruel cazador:
"El ratón y culebra que me daban guerra y me comían mi hacienda he hallado."
De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena; mas de como esto que he contado oí, después que en mi torne, decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.
A cabo de tres días yo torne en mi sentido y vine echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos y, espantado, dije: "¿Que es esto?"Respondiome el cruel sacerdote:
"A fe, que los ratones y culebras que me destruían ya los he cazado."
Y mire por mí, y vime tan maltratado que luego sospeche mi mal.
A esta hora entro una vieja que ensalmaba, y los vecinos, y comienzanme a quitar trapos de la cabeza y curar el garrotazo. Y como me hallaron vuelto en mi sentido, holgaronse mucho y dijeron:
"Pues ha tornado en su acuerdo, placera a Dios no sera nada."
Ahí tornaron de nuevo a contar mis cuitas y a reirlas, y yo, pecador, a llorarlas. Con todo esto, dieronme de comer, que estaba transido de hambre, y apenas me pudieron remediar. Y ansí, de poco en poco, a los quince días me levante y estuve sin peligro, mas no sin hambre, y medio sano.
Luego otro día que fui levantado, el señor mi amo me tomo por la mano y sacome la puerta fuera y, puesto en la calle, dijome:
Lázaro, de hoy mas eres tuyo y no mío. Busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor. No es posible sino que hayas sido mozo de ciego."
Y santiguandose de mí como si yo estuviera endemoniado, tornase a meter en casa y cierra su puerta.